Mi vida es un dolor de cabeza.

Hambre

Estamos desayunando.
Digamos que alguien trae un pan dulce (sin frutas, por lo que también estoy comiendo yo). Es de los grandes y bajitos. Casi comparable con un bizcochuelo.
Cada uno de nosotros agarra un pedazo. Queda en el envoltorio, desprolijo, poco menos de la mitad.
Le presto atención.
El tamaño va disminuyendo.
El pobre pan dulce sufre los pellizcos inconscientes de mi jefe. Lo come de a poco, con los ojos perdidos (como siempre) en algún lugar lejano a la tierra.
Pasamos delante de el, suena el teléfono, no reímos a los gritos.. y nada. El sigue en su mundo, pellizcando de a poco el ultimo pedazo de pan dulce.
Ninguno de nosotros quería mas, y aunque así fuera, no comeríamos del mismo: ya estaba manoseado, pellizcado.
Es esa sensación de asco que hace que ninguno de nosotros nos atrevamos a comer de ahí.

1 comentario:

Doro, J y V dijo...

Guau... Mactas, un poroto.... (por lo que escribis, digo, no por el jefe....
besotes